Jesu dulcis memoria. Cantos Gregorianos
2009
En la Edad Media, cuando se sabía cantar de verdad, la cumbre de la expresión musical era una melodía llamada jubilus, compuesta de “a-a-a-a-a” (aún se conservan partituras en algún noble museo de la tierra de Milán, aunque los sacerdotes milaneses ya no las utilizan). En ella, todo el canto fluye sobre una única vocal “a-a-a-a-a”, siguiendo un motivo musical que arrastra mucho más que el canto que tiene letra. En efecto, el signo de que la razón se queda prendada por algo es que abrimos los ojos de par en par como un niño. Cuando alguien quiere de verdad a otro, se queda allí pensando o mirando, como suspendido, porque cualquier palabra disminuiría ese culmen de relación. En esos casos, ante algo que fascina, hablar o tratar de explicarlo nos deja siempre un mal sabor de boca, una especie de rabia, porque cuanto más hablas, menos dices.
(Luigi Giussani - texto traducido del fasciculo adjunto al CD)