Las obras para guitarra sola
Piero Bonaguri2008
Escucho con frecuencia, sin cansarme, el Preludio nº 1 y el Estudio nº 11 de Villa-Lobos. Dicen lo mismo, aunque se trata de obras distintas: más vivaz la primera, más dramática la segunda.
A pesar de su brevedad, la primera dice muchas cosas mediante una valoración atenta y un uso doliente de la pregunta humana, insistiendo en el tema, renovando su formulación –y la segunda vez no es lo mismo, es mucho más doliente, es como si confirmara que uno está triste–. Pero, como hemos dicho siempre, es mejor estar tristes que desesperados.
He comparado siempre este Preludio con La muerte y la doncella de Schubert, porque se intuye una tragedia, especialmente detrás del primer motivo, bien reconocible en una cuerda que canta. Es el canto doliente del corazón que, en silencio, se desborda, como si derramase lágrimas que alivian el alma. Y luego, en medio, como en el alma atormentada, están los imprevistos, las carreras que emprendemos, las hipótesis que perseguimos: son breves, fugaces, sin miramientos y sin repetición. Pero lo que se nos dice es una sola cosa. El único tema es el de “la vida”, de alguien que vive. Más allá de este tema que se repite, sólo está la muerte, especialmente en el final. También la muerte forma parte de la definición de la vida: para comprenderlo bien haría falta “estudiar” a Schubert o el Stabat Mater de Dvořák.
(Luigi Giussani - texto traducido del fasciculo adjunto al CD)