Misa Grande en do minor K. 427
B. Hendricks, J. Perry, P. Schreier, B. LuxonBerliner Philharmoniker dirigida por Herbert von Karajan
Esta obra espectacular de Mozart, que tiene su momento más expresivo en el canto Et incarnatus est (Y se hizo carne), es la expresión más potente y más convincente, más sencilla y más grande de un hombre que reconoce a Cristo. La salvación es una Presencia: esta es la fuente de la alegría y de la afectividad del corazón católico de Mozart, de su corazón amante de Cristo.
Et incarnatus est: es canto en estado puro, cuando toda la tensión del hombre se libera en la limpidez original, en la pureza absoluta de la mirada que ve y reconoce. Et incarnatus est: es contemplación y petición al mismo tiempo, torrente de paz y de gozo que nace del estupor del corazón cuando se pone frente a la verificación de su esperanza, al milagro del cumplimiento de su deseo.
Ha venido un Hombre, un hombre joven, nacido en cierto pueblo, en un determinado lugar del mundo que se puede precisar geográficamente, Nazaret. Cuando uno va a Tierra Santa, a ese pueblecito, y entra en esa casita semioscura en la cual hay una inscripción con la frase: Verbum hic caro factum est (el Misterio de Dios, aquí, se hizo carne), tiembla. Es el Hombre Jesús de Nazaret, elegido para ser la humanidad de Dios, Dios que es respuesta al corazón del hombre que ha creado, respuesta exhaustiva, sobreabundante, al grito del corazón que ha creado; grito que se reverbera en el misterio de la Trinidad a través de la presencia obrada por el espíritu de un Hombre judío, nacido de una mujer de diecisiete años.
(Luigi Giussani - texto traducido del fasciculo adjunto al CD)