Spirto Gentil

Bellini, Donizetti, Puccini, Rossini, VerdiCoop. Edit. Nuovo Mondo - distr. Universal Music
2002


Todavía recuerdo el instante y el estremecimiento que lo acompañó, la conmoción del instante en el que el hecho de la existencia de Dios se convirtió en una evidencia cargada de significado para mi vida. Estaba en el seminario y cursaba primero de bachillerato: durante el primer cuarto de hora de la clase de canto el profesor solía explicar historia de la música haciéndonos escuchar algún disco. Aquel día el disco comenzó a girar y de repente el canto de un tenor famosísimo por aquel entonces rasgó el silencio del aula. Con una voz potente y llena de vibraciones, Tito Schipa empezó a cantar una aria del cuarto acto de La Favorita de Donizetti: “Spirto gentil, ne’ sogni miei, brillasti un dì, ma ti perdei. Fuggi dal cor mentita speme, larve d’amor fuggite insieme”. (“Espíritu gentil, en mis sueños brillaste un día, pero te perdí. Huyó del corazón la falsa esperanza, espectros de amor huyeron con ella”). Cuando el fantástico tenor entonó “Spirto gentil, ne’ sogni miei...”, al vibrar la primerísima nota, intuí conmovido que lo que se llama “Dios” – es decir, el Destino inevitable por el que nace cada hombre – es el término de la exigencia de felicidad, es esa felicidad cuya indestructible exigencia define el corazón. En cuanto escuché “Spirto gentil”, en ese preciso instante de mi vida, por primera vez comprendí que Dios existe, y por tanto que no podía haber nada si no existía un significado; que no podía existir el corazón si no existía la meta del corazón: la felicidad. El corazón del hombre – el yo humano – es exigencia de felicidad: ésta es la primera palabra que pronuncia el cristianismo. Si no se parte de esto, después no se puede comprender nada del resto. En aquel primero de bachillerato, en aquel timbre de voz, percibí el estremecimiento de algo que faltaba, no al canto bellísimo de la romanza de Donizetti, sino a mi vida: había algo que faltaba y que no habría encontrado apoyo, plenitud, respuesta, satisfacción en ninguna parte. Pero el corazón exige una respuesta, no vive más que por ella.

(Luigi Giussani - texto traducido del fasciculo adjunto al CD)